Mostrando entradas con la etiqueta Patrick Süskind. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Patrick Süskind. Mostrar todas las entradas

sábado, 21 de mayo de 2016

El perfume de Patrick Süskind

Sinopsis:

Jean-Baptiste Grenouille tiene su marca de nacimiento: no despide ningún olor. Al mismo tiempo posee un olfato prodigioso que le permite percibir todos los olores del mundo.
Desde la miseria en que nace, el protagonista escala posiciones sociales convirtiéndose en un afamado perfumista.
Crea perfumes capaces de hacerle pasar inadvertido o inspira simpatía, amor... Para obtener estas fórmulas debe asesinar a jóvenes muchachas vírgenes, obtener fluidos corporales y licuar sus olores íntimos.
Su arte se convierte en una suprema e inquietante prestidigitación.

Opinión:

Nos encontramos ante una novela de ficción; la biografía quimérica de un asesino, ambientada con maestría en la Francia del sigo XVIII.
Pero no nos encontramos únicamente con una trama que nos transporte por el tiempo, más bien es un viaje a través de los sentidos, en concreto del olfato.

La obra está dividida en cuatro partes, un total de cincuenta y un capítulos cuyo narrador nos referirá todo cuanto acontece alrededor de Jean Baptiste Grenouille, el protagonista.
En este párrafo de apenas dos líneas acabo de señalar los cuatro puntos más importantes que he encontrado y sobre los que está construida esta novela.
He citado de forma implícita la estructura; el narrador y su forma de relatar; sin olvidar, por supuesto, al protagonista absoluto de la obra.

¿Qué destaca en la estructura de esta obra?

Estamos más que acostumbrados a encontrar historias con estructuras completamente lineales, las clásicas de introducción, nudo y desenlace; donde la historia acompaña a un protagonista y el resto de personajes van entrando y saliendo de la trama. Esta novela podría ajustarse a esa descripción, pero yo realmente no la veo así, encuentro que tiene una estructura algo curiosa, especial e incluso atípica. La veo como una concatenación de historias, donde una tras otra van dibujando la vida del protagonista.
Cada etapa de la vida de Grenouille cuenta con un personaje secundario que le acompañará por un breve espacio de tiempo, eso sí, una vez que desaparece lo hace para siempre de esta historia. Estos personajes incidentales, episódicos, que apenas interfieren en la trama, son un recurso para narrar de foma ordenada los acontecimientos, dejando que el peso de la acción recaiga totalmente en manos del protagonista.

¿Quién narra y cómo?

En este caso la narración nos llega de manos de un narrador omnisciente dotado de una gran capacidad descriptiva.
Su narración va más allá del mero hecho de contar, y es que cuando empleo este término en concreto, contar, lo hago para referirme a un relato más superficial, no tan rico en explicaciones y detalles como es el caso de éste ante el que nos encontramos.
Este narrador, por lo tanto, nos muestra, nos ofrece una crónica más detallada, cargada de intensas y vívidas descripciones que ayudan al lector a imaginar sin esfuerzo, participando en la tremenda evolución que sufre el protagonista.

Lo que más puede llamar la atención de esta novela es la prosa empleada, el juego que se da a la semántica.

El uso continuado de sinónimos, comparaciones... convierten esta lectura realmente en enriquecedora.
Pero quiero hablaros más de las descripciones y de lo que encontraremos en ellas.
Aparecen página tras página y tienen una peculiaridad, están cargadas de adjetivos que para mi gusto hacen resaltar la realidad de lo narrado.
Hay quien dice que más vale una descripción sumaria que una cargada de adjetivos, que el convertir el uso de ellos en abuso, es propio de escritores con poco oficio. Personalmente no comparto esa opinión, al menos en lo que se refiere a esta obra.
Es cierto que el abusar de adjetivos deja poco margen a la imaginación del lector, pero en este caso, los adjetivos realzan, refuerzan, dan más énfasis, engrandecen las descripciones y aportan un entorno más real, más tangible.
También es justo citar que descripciones tan precisas pueden llegar a herir en algún momento la sensibilidad de algunos lectores, sobre todo cuando entra en detalles sobre determinados temas escatológicos.

Pero dejando esto al margen, lo más normal es que desde el comienzo nos sintamos atrapados por la técnica tan asombrosamente descriptiva, tan enganchados como se siente el mismo Jean B. por los miles de olores que le rodean.
El lector queda embelesado por los matices que el joven aprendiz es capaz de identificar, nos vemos transportados al microcosmos que el personaje ha creado para sí mismo, ese mundo donde solo existen los aromas, alejado de las personas, para evitar que lo contaminen con su presencia y olor.

¿Y qué convierte a ese personaje en alguien tan atípico?

Jean Baptiste es un ser grotesco, extraño, carente de olor, y quizás precisamente este último detalle, en apariencia sin importancia, es lo que hará que desarrolle su fabuloso don.
Esa capacidad olfativa se irá desarrollando hasta convertirle en alguien con una destreza extraordinaria, en todo un genio de los perfumes, en un personaje que no parará de evolucionar y terminará convertido en el mayor asesino que se haya conocido en Francia.
Este personaje de apariencia aborrecible, detestable; de comportamiento solitario, huraño e introvertido; llega a generar sensaciones contradictorias y volubles en el lector.
En momentos puntuales llegamos a sentir pena por él y un segundo después ese sentimiento se mitiga o cambia de forma radical, convirtiéndose en odio e incluso asco. 
Esos sentimientos no solo afectan al lector, todos los personajes que se cruzan con Jean Baptiste lo sienten de igual manera.
El Maestro perfumista Baldini así lo deja plasmado entre las páginas de este libro al despedirse. No puede negar la honda simpatía que ha acumulado hacia Grenouille con el paso del tiempo, en cambio, un párrafo después menciona que nunca le resultó simpático y que ahora que lo pierde de vista es cuando únicamente puede ser sincero y confesárselo a sí mismo.

Punto y final.

Es una obra amena, de fácil lectura, que ya había tenido la oportunidad de leer hace mucho tiempo. Recordaba muy poco de ella, solo se había quedado grabada en mí la descripción del protagonista y la sensación agradable que solamente dejan las buenas historias, por lo tanto, era otra de las que me apetecía recuperar. Ahora con el paso del tiempo y tras una segunda lectura puedo seguir recomendándola, me ha vuelto a colmar la misma sensación satisfactoria que la primera vez.

Por último, decir que hay una versión cinematográfica de esta obra.
Una excelente versión pero que no llega a estar a la altura del libro.
El cine transmite sensaciones mediante el sentido de la vista, pero la huella que dejan en el lector las descripciones sobre olores no se pueden plasmar visualmente.
Es cierto que la escenografía de la cinta está muy lograda, pero es imposible captar determinados momentos, ni ser tan minuciosa y rica en detalles como la novela.
El libro obliga al lector a servirse de sus propias experiencias para recrear olores, por ejemplo, mientras leía se me agudizó el olfato, tuve la sensación de sentirme rodeada por los diferentes aromas que se describen, tanto beneficiosos como perniciosos.

Y ahora sí, me despido y dejo a vuestra elección escoger este libro como posible y futura lectura.